El botánico José Secall sugería a principios del siglo XX que la palabra cabrahígo expresa el fenómeno que convierte al ovino cornudo en sembrador de semillas de la higuera por entre los farallones y riscos de piedra.
'La higuera parece preferir los muros viejos, los peñascales y las grietas rocosas para vivir', decía en su tratado de 1883 el profesor e ingeniero de montes Máximo Lázaro. Los científicos conocen a este árbol como Ficus carica, estudiado ya por el botánico sueco Linneo en el siglo XVIII. 'El empleo de morteros de arena en la construcción de grandes monumentos como la Puerta de Toledo', dice el experto Javier García Guinea, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 'puede facilitar el asilvestramiento de estas plantas en los intersticios de sus sillares'.
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Beatriz Pérez, investigadora de la Universidad de Lugo adscrita al Grupo Edafológico de Santiago de Compostela que dirige Benita Silva, se ha especializado en el estudio del biodeterioro. Es un fenómeno bioquímico por el cual piedras degradadas por la lluvia o la insolación son colonizadas por líquenes y musgos, explica García Guinea. Esas piedras, una vez cubiertas de verde, adquieren gran belleza. Por ello han sido objeto de un comercio ornamental descontrolado, que las saquea de sus enclaves naturales.
García Guinea sugiere la necesidad de que los estudios del grupo contribuyan a impedir el saqueo de esas piedras para racionalizar esa actividad y, mediante la inducción de fisuras pétreas que favorezcan su verdor, transformarlas en una próspera industria.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 7 de mayo de 2001