La mezquita del barrio ceutí de Hadú era un templo muy concurrido. Mientras los fieles rezaban en la sala principal, una organización dedicada al tráfico de personas gestionaba las tres habitaciones interiores. Los mafiosos cobraban a los inmigrantes 14.000 pesetas mensuales por el alquiler de cada uno de los cuartos. El martes la policía encontró en ellos a 10 marroquíes indocumentados, que esperaban su turno para ser trasladados a la Península. Uno era menor de edad.
Hacía siete días que los agentes mantenían vigilado el edificio. El martes, a las 6.30, lo rodearon y llamaron a la puerta de hierro. Sorprendidos en el sueño, sus moradores no ofrecieron resistencia.
Además de los diez inmigrantes, todos varones, cayó uno de los miembros de la organización. El individuo, que huyó de Marruecos por motivos aún no determinados y estaba encargado de cobrar el alquiler, señaló a un tío suyo, de nombre Aomar, como el jefe de la banda. Contó a la policía que Aomar había llegado a un acuerdo con uno de los responsables de la mezquita, llamado Mustafa, para hacer negocios en sus dependencias. Los interrogatorios concluyen que Mustafa estaba perfectamente informado acerca de que las habitaciones eran dedicadas al tráfico de inmigrantes y que no le importaba. 'Sólo le interesaba financiar la mezquita'. Pero en el libro de contabilidad sólo figuran, en concepto de donaciones, 28.000 de las 42.000 pesetas cobradas. El resto 'se ha perdido', dice un agente.
La junta de gobierno del templo, a la que pertenecía Mustafa, fue relevada el día 4. Los nuevos integrantes se han negado a proporcionar a la policía la identidad de sus antecesores.
[Agentes de la Guardia Civil recuperaron en la tarde de ayer el cuerpo sin vida de un joven magrebí de entre 25 y 35 años que se encontraba en aguas próximas a Tarifa (Cádiz), informa Cándido Romaguera].
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 11 de mayo de 2001