Un koala es recibido en Madrid y, a bordo de un lujoso automóvil, con escolta policial incluida, es trasladado a la que será su residencia oficial. El mismo día se destruye la acampada de unas pobres familias en un suburbio de la capital, condenando sus vidas a la intemperie.
No entiendo nada. Si a un animal se le conceden privilegios y a un ser humano se le precipita en la indigencia, no cabe duda de que algo, y muy grave, nos amenaza.
El posible que el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, haya decidido nuestro regreso al Planeta de los Simios y que su recibimiento al koala haya sido una previsión de futuro -del suyo, naturalmente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 11 de mayo de 2001