El pasado sábado 28 de abril, sobre las 23.20, había un gran tumulto en los bajos de Aurrerá, en Argüelles. En el centro del tumulto se produjo una pelea que acabó con uno de los contendientes con la cara completamente ensangrentada. Esto sucedió contra la pared del puesto de la Policía Municipal, en ese momento cerrado. Cabe preguntarse: si no están en ese día y a esa hora, ¿cuándo están?
Otro fin se semana, un joven, después de haber participado -con gran protagonismo- en una pelea multitudinaria muy violenta, zarandeó a tres guardas de seguridad. Éstos llamaron a la Policía Municipal. Vinieron dos, a los que no zarandeó, pero con los que sí se encaró. Finalmente, y cuando quiso, después de haber roto la cara a gente, zarandeado a guardas y amedrentado a policías, el joven se fue sin que la policía hubiera osado detenerlo.
Por conversaciones que he tenido con trabajadores de bares de la zona, el abandono y la cobardía que la Policía Municipal mostró en estas dos ocasiones no fue excepcional, sino que es la norma. El que esto suceda en uno de los puntos más conflictivos de Madrid, con varios muertos por navaja en los últimos años, implica que la responsabilidad alcanza al jefe de la Policía Municipal de Madrid, que no está cumpliendo con su deber.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 14 de mayo de 2001