¿Aceptarían ustedes que un taxista les echara del coche porque no le gustara lo que ustedes piensan sobre política? ¿Sería concebible un estanco que no sirviera tabaco de pipa porque el estanquero tuviera 'reservas éticas' a la hora de venderlo? ¿Podrían los pilotos de avión reunirse en una asociación cuyo fin último fuera que sólo volaran los pasajeros católicos? Una de las muchas razones por las que ningún taxista, estanquero o piloto haría algo parecido es porque se arriesgarían a la pérdida de su licencia de actividad. Entonces, ¿por qué se tolera que algunos farmacéuticos no vendan preservativos o píldoras anticonceptivas por reparos religiosos? Estos profesionales deberían perder sus licencias en favor de aquellos que aceptan uno de los principios básicos de nuestra Constitución: la aconfesionalidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 14 de mayo de 2001