Hoy, muchos de los compañeros que iniciamos la andadura profesional como médicos hace ya más de 20 años nos sentimos frustrados profesionalmente, y no precisamente por el contenido de nuestro trabajo como médicos de familia, sino por el escaso valor que los poderes públicos dan a nuestra labor y, lo que es más grave, el absoluto desprecio por las necesidades de salud de los ciudadanos. Es muy triste ver cómo en materia de salud en nuestra comunidad, se ha ido deteriorando progresivamente la atención sin los mecanismos adecuados de ajuste y sin escuchar las razones de los profesionales que sólo tratan de desempeñar dignamente su trabajo.
Parece mentira que en el desarrollo de la atención primaria nuestra comunidad fuera calificada de pionera y hoy vivamos la situación de los centros de salud, teniendo que ver a más de 50 pacientes al día, con lo que ello significa en lo que se refiere a calidad.
Sin embargo, vemos cómo las estructuras de poder, los distritos de atención primaria se miran continuamente el ombligo y utilizan un lenguaje grandilocuente, totalmente alejado de la realidad, constituyen un fin en sí mismos y no sirven para el fin que fueron creados.
Se acerca el momento en que los trabajadores de los centros de salud diremos que ya basta, y empecemos a desenmascarar tanta palabrería y falta de compromiso con la salud.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 16 de mayo de 2001