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A vueltas con las fechas

Los estudios de evolución molecular están llenando de fechas la historia evolutiva humana. Ulfur Arnason, de la universidad sueca de Lund, expuso en una reciente reunión sobre Evolución Molecular Humana en el Museo de la Ciencia de Barcelona nuevos datos sobre la divergencia de los linajes de los chimpancés y los seres humanos. Según sus cálculos, basados en el estudio del ADN mitocondrial, la separación de líneas en la evolución se produjo hace entre 10,5 y 13 millones de años, 'prácticamente el doble de lo que se cuenta en los libros de texto'.

Arnason apoya su tesis, que considera 'irreverente' con respecto a los postulados actuales, en cálculos similares efectuados para otras especies animales y que son 'aceptados por todos', asegura, y por la aparición de registros fósiles que dan mayor solidez a sus resultados. Entre éstos se encuentran el controvertido hombre del milenio (Orrorin tugeniensis), datado en unos seis millones de años, y Samburupithecus, de nueve millones. Ambos están considerados, por parte de algunos científicos, como claramente integrados en la línea homo. Difícilmente podrían estarlo, argumenta Arnason, si la separación de linajes se produjo hace cinco millones de años.

Por otra parte, los estudios sobre evolución molecular también están empezando a aclarar aspectos de la población humana actual. De acuerdo con un segundo estudio elaborado por el Instituto de Antropología Evolutiva de Leipzig, presentado al igual que uno sobre la diferencia genética entre humanos y chimpancés en un congreso en Kansas el pasado mes de marzo, los humanos actuales descendemos de un pequeño grupo que se expansionó rápidamente en los últimos 100.000 a 200.000 años, cosa que explicaría la escasa variabilidad genética contenida en nuestro ADN. De acuerdo con un tercer estudio, basado en el análisis genético de grandes primates, una enfermedad o un cataclismo climático pudieron ser los causantes de algo así como un cuello de botella que habría reducido la población humana a unos pocos especímenes. Su rápida expansión es la causa de la poca variabilidad genética.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 16 de mayo de 2001