'Es un ejercicio de doble reconexión en el tiempo y el espacio. Nunca dejé de tener un punto uruguayo en mi música, que encajó más o menos bien en España, en Uruguay y Argentina. Sobre todo fue muy apreciado allá. En cuanto al tiempo, suelo ser lento en asimilar las cosas. Durante una época pensé que debía haber nacido en Río de Janeiro en 1959, cuando la gente se tomaba el tiempo de escuchar a los cantantes que cantaban con su guitarra. Pero llegó un momento en que me di cuenta de que estaba pasando algo y me lo estaba perdiendo'.
'En España hay cierta tendencia al gueto en lo musical', continúa. 'Muchos no entienden por qué tengo que mezclar una milonga con programación. No entienden que no es un capricho, sino una intención estética. En Argentina he tocado con el cantante de Bersuit y con Adriana Varela en el mismo concierto, y aquí sería como juntar a La Mala Rodríguez con Alejandro Sanz y Lolita. Es difícil que un cantautor entre en una tienda de vinilos o que se interese por otros géneros. En España no ha calado el mestizaje musical. No hay una apertura real'. Los coqueteos del pop o el rock con la música latina no le parecen, en general, cosas muy logradas. 'Desde Santana, en los años setenta, no se ha avanzado más que un milímetro en la fusión del rock y lo latino'.
Varios de los temas del disco son preguntas sobre el lugar que ocupamos en el mundo. 'La identidad es una obsesión para mí', dice Drexler. 'La mía es una identidad fragmentada, desde su origen -tengo de judío, de polaco, de asturiano y de uruguayo- hasta la actitud, después de venir a vivir a España. Todo eso sale en la música. Me interesa que haya integración más que yuxtaposición'.
Uno de los más bellos temas del disco es el que lo abre, una canción titulada El pianista del gueto de Varsovia, basado en el libro del mismo título de Wladislaw Szpillman, un relato autobiográfico sobre un pianista judío que sobrevive a un campo de concentración durante la II Guerra Mundial. 'No hablo sólo de un tipo de gueto', explica, 'podría ser también un campo de refugiados palestinos. Lo que sé es que el mundo no aprende nada y se vuelven a repetir los horrores y las injusticias. En el mundo cultural también existen los guetos y eso es algo peligroso. Hay pocos cantautores que quieran seguir restringidos a esa etiqueta. Sucede lo mismo con el hip hop o el techno'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de mayo de 2001