Confía Guy Ritchie en la capacidad de sus espectadores para seguir el ritmo desquiciado de su película. Montada a una velocidad idéntica a la de la sociedad moderna, esta comedia de enredos acerca de unos bribones tras la pista de un enorme diamante, exhibe una factura visual de clip y spot pero logra, con éxito, no quedarse en la superficie y adaptar el lenguaje a la narración.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de mayo de 2001