Si las razones del suicida pertenecen al ámbito de lo personal hasta volverse opacas para cualquiera, más lo deben ser las de no una, sino dos personas que deciden quitarse la vida. Raúl Veiga decide partir de tan delicada materia y hacerlo desde el respeto y fuera del sensacionalismo, pero para ver de qué manera afecta tal drástica solución a tres seres que sobreviven a los suicidas, a las raras relaciones que, desde entonces, emprenderán entre ellos. Se apoya para hacerlo en un factor que juega en su contra. Por empezar por éste: una visualización en exceso espartana de una materia prima narrativa de por sí enclaustrada y oprimente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de mayo de 2001