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COLUMNA

Con velo

Mira el niño el reloj, acero y esfera negra con calendario y cronómetro, y pulsa mandos que mueven minuciosos segunderos mucho más veloces que el tiempo del bar donde yo miro al niño. Este niño lleva reloj nuevo, anillo de oro en el índice, cadena de oro en la muñeca: este niño hizo la primera comunión el domingo pasado, seguro. Han llegado los días de los pájaros-avión y las primeras comuniones, pero hoy no para de llover: qué será del vuelo de los vestidos blancos de las niñas, de los bajos de los pantalones crema de los niños, de los zapatos abiertos y primaverales de las madres. La primera comunión es la fiesta del madurar y hacerse mayor, así que regalamos relojes a los neocomulgantes: les atamos a la muñeca el tiempo que rige la vida adulta. Les ponemos la corbata o el uniforme que anuncian al cabeza de familia futuro, el traje blanco de novia incipiente y eterna.

Es despreciable que echen del trabajo a una mujer por casarse por lo civil. Pienso en Resurrección Galera, profesora de doctrina católica en un colegio público de Almería donde casi todos los alumnos cursan voluntariamente la disciplina de la profesora Galera, despedida. (A unos pocos musulmanes les enseñan español mientras los católicos aprenden catolicismo.) ¿Es absurdo despedir a un profesor de doctrina por no practicar la doctrina que enseña? No lo sé. Pero a la profesora de religión elegida y expulsada de clase por los obispos le paga el Estado, y parece evidentemente absurdo que el Estado financie religiones que desatienden las leyes del Estado. ¿Existe el Estatuto de los Trabajadores? ¿No castiga el Código Penal con multa o cárcel la discriminación en el empleo por situación familiar? Para comprender el asunto, quizá deba recordar que la Constitución privilegia a la religión católica: vivo en un Estado veladamente confesional, con una Iglesia católica velada o abiertamente protegida por todos los gobiernos sucesivos, de izquierdas y derechas, según el concordato de 1979 con el Vaticano.

Los ciudadanos nos quejamos sin fin de las cosas de la Iglesia católica y apoyamos sin fin las manifestaciones católicas, blancas como las primeras comuniones remojadas de hoy, o negras como un funeral, e incluso pacíficamente agresivas, con tropa y tambor. Los obispos despiden veladamente a una profesora casada por lo civil y pagada por el Estado, pero también saben ser espectacularmente escandalosos, sobre todo cuando hablan de anticonceptivos. El obispo de Córdoba ha declarado que la distribución de la hoy célebre píldora poscoital 'es la decisión más antisocial que se ha producido en España en muchos años, ya que por su causa morirán antes de nacer, en función sólo de intereses económicos o políticos, muchas vidas humanas e inocentes'. ¿Llegará la voz del obispo, ejemplo de ponderación y conocimiento de la historia de España, a esos alumnos almerienses, católicos, que apoyan a su profesora católica y despedida? Es estupendo que mi vecino sea católico o seguidor de Lutero, pero qué desazonador es ver al Estado pagando a los profesores del obispo, al Ejército escoltando al santo, al presidente de la región en la romería de la Virgen, al alcalde en la procesión del Resucitado.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 20 de mayo de 2001