Uno de los flancos pendientes en la conducta de los inspectores de Hacienda son las típicas excedencias de oro. Un inspector o un jefe de inspección se va a la empresa privada -generalmente, a un bufete de asesoría fiscal- y comienza a defender a clientes. Incluso a los que perseguía hasta el día antes, aprovechando los conocimientos de su trabajo público y de la mecánica de la Agencia Tributaria. En algunos casos, el inspector es incluso un 'adelantado' en determinados programas, análisis de sectores o nuevos criterios fiscales. Ante esa crítica, la Agencia Tributaria mantiene que la conveniencia de una vacatio, o tiempo neutro que el inspector debiera dejar antes de ejercer en la privada, debería ser regulada por ley.
MÁS INFORMACIÓN
El régimen de incompatibilidades específico para los inspectores de Hacienda existe desde los orígenes de la Agencia Tributaria. Es muy estricto, más que para el común de funcionarios. De hecho, sólo les permite actividades formativas y administrar patrimonios familiares. Ese régimen prevé sanciones mínimas de tres años a quien lo vulnere.
Otro de los asuntos peliagudos que pesan sobre los inspectores son los bolos o conferencias pagadas que realizan y que suponen, en algún caso, un complemento salarial importante para muchos de ellos. La ley obliga a la Agencia Tributaria a divulgar el sistema fiscal, pero para algunos inspectores los bolos suponen emolumentos superiores al salario. Sin embargo, Hacienda ha decidido recientemente el cese de un inspector jefe por esta cuestión en Galicia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 20 de mayo de 2001