Con un interés que halaga mi vanidad y quizá desvela sus obsesiones, don Félix de Azúa me insta a autoaplicarme su reputado método -cito- 'para la definición de la infraestructura económica de los nacionalistas' y a compararme, en este ámbito de -vuelvo a citar- 'la acumulación de beneficios', con Jon Juaristi. Lo haré con mucho gusto, aunque no en un futuro artículo del que no llenaría ni el primer párrafo, sino en esta misma y breve carta.
Tras 21 años de gobiernos nacionalistas en Cataluña, mi hoja de servicios es ésta: cargos y empleos de nombramiento del Ejecutivo: ninguno; premios, becas, ayudas y honores oficiales: cero (eso sí, debo confesarlo: cada año me invitan al desayuno de Sant Jordi, y ese día me pongo ciego de chocolate y melindros con cargo al erario público...). En cuanto a mis ingresos estrictamente profesionales -cuyo origen intuyo muy semejante al de los ingresos de mi ilustre contraopinante-, todas las primaveras doy cuenta detallada de ellos a la Agencia Tributaria. Si al señor De Azúa le preocupan tanto como parece, tal vez esté aún a tiempo de reorientar su carrera y preparar oposiciones a inspector de Hacienda. Conste que yo no lo deseo: me resulta de lo más ameno polemizar con él en las páginas de EL PAÍS.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 21 de mayo de 2001