Hubo peleas entre grupos violentos de hinchas madridistas, relacionados con la peña Ultrasur, y otros afines al Rayo y la comunidad punki de Vallecas. Siete heridos leves, por golpes de bate de béisbol, botellazos y cortes de arma blanca, fueron las víctimas de los encontronazos. Las peleas se produjeron antes y después del partido alrededor de la avenida de la Albufera y la calle del Cerro de Garabitas.
La tensión se extendió por Vallecas. Sobre todo cuando Donato se puso los guantes de portero en Oviedo, coincidiendo con la primera parte del Rayo-Madrid. La noticias llegaban por la radio a la afición del Madrid reunida en campo contrario: un Depor con diez jugadores mantenía su 2-3 de ventaja tras la expulsión de Molina. Este hecho encendió a los madridistas, que, alrededor de las nueve de la noche, vivieron durante cinco minutos, el tiempo que restaba en el estadio Carlos Tartiere, la esperanza de cantar el alirón.
El campo de Vallecas se aproximó en ese periodo a la campa de una verbena improvisada. El árbitro, Dauden Ibáñez, chocó con Guti y rodó aparatosamente por el césped. Se levantó y el que cayó en el área rayista fue Figo con un codazo de Ballesteros en la boca del estómago. El colegiado, más preocupado por su propio aturdimiento, no vio nada. Iván Campos se acercó al agresor y le hizo un gesto como preguntándole de qué iba y, acto seguido, mientras los médicos oxigenaban al portugués, se abrazó con su amigo Quevedo. Ballesteros gesticulaba un "yo no he hecho nada" y Jorge Valdano, en el palco, ponía su banderilla en los micrófonos de la Cadena SER: "Me extrañaría muchísimo que Figo hiciera teatro". En el banquillo blanco, varios suplentes, con Munitis como mayor exponente, se partían el pecho a carcajadas. Vicente del Bosque, austero, levantó las cejas con aire de descrédito. Por la radio, los locutores hablaban de un Donato hiperactivo despejando balones de puños.
Los ultrasur, el grupo de seguidores más violentos del Madrid, llegaron especialmente excitados a Vallecas. Nada más aparecer por Portazgo, entablaron una guerra de botellazos con la peña local Los Bucaneros. A partir de ahí la afición rayista se entregó con beligerancia a increpar a los visitantes y a celebrar cada gol del Depor como propio. Contagiado de tanto furor, el equipo local salió ardoroso a defender su terreno. El primer perjudicado del arranque fue Savio, que se llevó seis golpes en media hora. Keller, el portero; De Quintana, Ballesteros y Michel se encargaron del reparto y el brasileño no tardó en coger. A la media hora debió ser sustituido y, como consecuencia de ello, dos jugadores del Rayo, Ballesteros y Mauro, recibieron la quinta tarjeta amarilla y se perderán el próximo partido.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 21 de mayo de 2001