Las calles de Vallecas retumbaron mientras la gente dejaba el campo cantando un alirón forzado: "¡Campeones, campeones, oeoeoe...!". La afición madridista monopolizó el griterío mientras jugadores y directivos abandonaban con cuentagotas el estadio Teresa Rivero. Entre ellos, César, el portero titular ayer en el Madrid, al que le brillaban los ojos por la emoción. Después de jugar contra el Espanyol la pasada jornada, ayer repitió con éxito su segunda titularidad. Lo hizo en un momento crucial de la temporada, cuando el equipo se juega el título y después de calentar el banquillo durante nueve meses a la sombra de Iker Casillas.
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La actuación tuvo en César un doble efecto euforizante. Primero, porque además de dominar el juego aéreo con soltura hizo tres paradas antológicas: un cabezazo al segundo palo de Quevedo, un tiro raso y cruzado de Bolic y un disparo de media distancia de Glaucio, en medio de un barullo que le tapaba el panorama de visión. Segundo, porque César es un madridista de los que reprimen su fanatismo por aquello de la imagen profesional. Ayer no lo consiguió: tras el pitido final se abalanzó sobre Roberto Carlos y lo levantó en sus brazos como si fuera un niño.
"No sabíamos lo que pasaba en Oviedo", aclaró César al salir del vestuario; "pero este partido es fundamental para nosotros, para conseguir un título que la gente espera con mucha ansiedad, así que estábamos concentrados en el partido y en conseguir los tres puntos".
Transportado por la alegría el portero de Coria se esforzó por mantener la calma: "En esto del fútbol lo mejor es mantener una línea de trabajo, ni irse muy arriba ni muy abajo de ánimo, siempre en el medio. El que yo haya jugado es una anécdota. Hoy lo hice yo y espero haber aportado mi ayuda al equipo tanto como cuando estaba en el banquillo. ¿Mi mejor parada? Creo que la que me pareció más difícil fue la del cabezazo de Quevedo".
El técnico, Vicente del Bosque, salió tenso del estadio y de camino al autobús opinó con mucho tacto sobre la actuación del portero en relación al ahora suplente Iker Casillas: "La gente sólo quiere que el equipo juegue bien y que gane la Liga, no importa qué jugador salga al campo. Lo importante es el equipo y si el portero que juega es César o Casillas es lo de menos".
Del Bosque era consciente de que la situación es delicada. La competencia por el puesto en la portería del Madrid tiene lugar entre dos poderes de peso: César, de 29 años, es un guardameta sólido y experimentado, quizá con el punto de serenidad en las salidas que le falta a Casillas. Pero Casillas, que ayer cumplió 20, es un talento en progresión y además es el escudo de la cantera en la plantilla. Ayer, su orgullo de competidor pudo salir afectado. "Estoy bien, estoy bien", repetía.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 21 de mayo de 2001