Protege las fuentes como una bella náyade de cuando el centro del mundo no era más que un perenne surtidor, manando en las cuatro cardinales direcciones aguas de la vida, los ríos de la eterna juventud. Y la fiesta de Santa Quitèria, salvada de las aguas por un cesto protector, se celebra hoy, en el mayo del agua -Aigua de maig, el bé desitjat- y su culto, el mes en que imágenes y reliquias sagradas pasean o son bañadas en mágicas aguas para dotar a los sembrats de molta ràbia. No es, pues, raro que Castellfort peregrine a la santa Font a honrar a la aguadera, festejada cerca de veneros en la Todolella, Olocau o Tirig. Tampoco es extraño que sus ermitas de la Puebla de San Miguel y Calles custodien el Turia, que desde Pina y Toràs se ampare al Palancia o se preserve al Millars desde Arañuel y Almassora, en plenas fiestas mayores a la moreneta, a la que canta 'Pues, cual clara luz celeste, brillas, Quiteria, en la altura, líbranos de calenturas, de langosta, rabia y pestes'. Y es que, en defensa de su pureza virginal se dejó decapitar y devorar por ardientes perros, a fin de que su sangre se convirtiera en fecundador manantial. Por ello, la santa cefalófora se invoca contra males cerebrales e hidrofobias: Gloriosa santa Quitèria, vulgueu-nos afavorir, guardeu-nos de mal de ràbia, que és mal que no es pot sofrir.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 22 de mayo de 2001