El Real Madrid venció de nuevo al Fuenlabrada en un encuentro bronco y patibulario, de nula calidad. El baloncesto se convirtió anoche en una anécdota en el Raimundo Saporta. Todo lo que tiene que ver con el juego, por mínimo que sea, quedó pronto relegado a un segundo plano en un duelo lleno de incidentes.
Unos fueron fortuitos, como la grave lesión de Perasovic, el hombre clave del Fuenlabrada. El croata, máximo anotador de la liga regular, no volverá a jugar esta temporada tras serle diagnosticada una luxación de clavícula y rotura de ligamentos en el hombro derecho. Otros simpáticos, como la canasta de Milic desde su propio campo al término del primer cuarto.
La mayoría resultaron, sin más, lamentables. Como las desproporcionadas personales en las que uno y otro bando se prodigaron durante todo el partido y, principalmente, la tangana en la que Wood y Struelens se enredaron en el segundo cuarto. El estadounidense del Fuenlabrada llevaba unos minutos caliente, tras varios roces con Lucio Angulo, y acabó por plantarle el codo en la tráquea. El Angulo mayor, Alberto, salió en defensa de su hermano, y detrás todo el banquillo del Madrid. El más contundente resultó Struelens, que empujó con fuerza a Wood. Éste cayó de espaldas sobre Llamazares y el colegiado acabó rodando por el parqué. Resultado: los dos jugadores descalificados.
Envolviéndolo todo, un partido caótico y embarullado que al Fuenlabrada, sin sus dos mejores jugadores, le resultó imposible ganar. No así al Madrid, que controló bien el rebote, sobre todo el ofensivo, y con un banquillo más amplio y un gran Iturbe dejó la eliminatoria casi sentenciada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 22 de mayo de 2001