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CARTAS AL DIRECTOR

Frailes y su asistente social

Londres. Inglaterra

Soy un escritor británico enamorado de un pueblo aislado en la sierra sur de Jaén. Este pueblo, que se llama Frailes, ya ha salido recientemente en EL PAÍS, en un artículo que trataba de mis esfuerzos de rehabilitar su Cinema Paradiso de los años cuarenta. Y salió otra vez el 6 de mayo, en un reportaje de Cees Nooteboom para la edición especial celebrando 25 años de EL PAÍS. Nooteboom y yo somos unos de los muchos escritores

e intelectuales cautivados por este pueblo, cuyo gran encanto es sobre todo la gente, que incluye unos de los personajes más abiertos, generosos y encantadores que he conocido durante mis vagabundajes por el mundo. Uno de ellos es la asistente social Mercedes García Castillo, que es querida por el pueblo entero, y casi tratada como si fuera su reina. Lleva diez años haciendo este trabajo, y lo hace con muchísima dedicación y entusiasmo. Ahora, por haber sido suspendida en las oposiciones, tiene que irse muy lejos de aquí y dejar a su familia. Yo, como forastero, y ciudano además de un país tan desastroso como es la Inglaterra de hoy día, no tengo ningún derecho a quejarme de una burocracia que no es la mía y que entiendo poco. Pero, como ser humano y amante de un pueblo que para mí representa todo lo maravillos y mágico de España, no puedo callarme cuando algo me parece no solamente injusto, sino también incomprensible. ¿Qué posible explicación hay para echar a alguien de un trabajo que, en la opinión de todos, lo hace magníficamente bien? Y, si es verdad que lo hace mal, ¿por qué castigar a otro pueblo con una mala trabajadora? Los problemas de una asistente social de un pequeño pueblo de Jaén no parecen tener mucha importancia a nivel nacional. Pero, en una España que celebra 25 años del fin de la dictadura, son quizás un reflejo de que en muchos aspectos las vidas profesionales en los países 'democráticos' sigan controladas por la censura, la insensibilidad burocrática, el recurso al enchufe y la imposibilidad de criticar a los políticos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de mayo de 2001