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COLUMNA

Espejo

Cuando la política se obsesiona con la onírica figura de la identidad (nacional, étnica o racial), queda presa de los vaivenes que sacuden a los sueños y las fantasías. En ellos, las figuras se transforman constantemente y lo que antes era un ratón de repente se convierte en un asesino que nos persigue por pasillos interminables. Los sueños no los narra la razón, sino el delirio.

De ahí que, tras el resultado de las elecciones vascas, el PNV parezca decidido a realizar el programa del PP-PSE. Si durante la campaña los hispano-vascos se convirtieron en abertzales y se mostraron preparados para adoptar los métodos que les habían excluido en Lizarra, ahora son los nacionalistas quienes asumen el discurso de los excluidos. Ibarretxe dice que el País Vasco lo deben construir tanto los abertzales como los hispano-vascos, que es justamente lo que había negado en Lizarra y lo que provocó que PP y PSE se convirtieran en hispano-abertzales. Así que los papeles se han trocado. Ahora los abertzales se presentan como integradores, después de comprobar que también los excluidos saben (y pueden) excluir. Como en un sueño, la imagen del espejo se arranca del vidrio y comienza a caminar hacia su otro yo, su reflejo, su identificador.

Ya se sabe, el traidor es aquel que se atrinchera en un sueño pasado y no quiere despertar, como Milosevic en el sueño de los panserbios o Trotsky en el sueño de los estalinistas. Los fantasmas de un sueño que ya tuvo su despertar tratan de prolongar la ensoñación, pero están rodeados por gente que les considera soporíferos. Ahora el PNV es demasiado fuerte como para necesitar los suicidios a la palestina que soñaba en Lizarra. El borroso rostro de la identidad vasca está cambiando de rasgos, como un monstruo en una película de terror. Porque éste es un sueño en el que interviene el terror. ¿Quién será el próximo aliado, quién el próximo asesino, quién la próxima víctima?

De un modo inesperado, como en un sueño, el País Vasco tiene ante sí, según parece, la posibilidad de dormir en un sueño pacífico que hace dos semanas era impensable. En paralelo, naturalmente, discurre ETA, que no es el sueño de los vascos, sino su realidad.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de mayo de 2001