Alcaldesa, le escribo al alba del 20 de mayo. Son las cuatro de la madrugada, y por más que trate de relajarme escuchando una sugestiva romanza de Verdi: Tacea la notte placida, es imposible descansar. Un bum-bum atronador hace vibrar el edificio. Todo el barrio participa, sin desearlo, de la alegría cósmica de los socios de un club que, gracias al Ayuntamiento, ocupa un lugar privilegiado en pleno parque de los Viveros. La noche del 18 al 19 ya hubo celebración hasta horas bien avanzadas, y el día 19 el parque y sus alrededores vibraron todo el día a causa de una feria solidaria, con clásicos como 'tengo una vaca lechera' alternando al unísono con los berridos más variados. Pero la noche del 19 al 20 el aquelarre de los happy-few batía todos los récords de orgía sónica, con predominio del diabólico bum-bum descerebrador a todo volumen. ¿Por qué permite que unos pocos impongan de continuo, y contra la legalidad vigente, tales formas asociales de entender la fiesta, a costa de los nervios de los demás? Alcaldesa, por favor: Tacea la notte placida! ¡Déjenos dormir!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 24 de mayo de 2001