La iniciativa del Instituto Francés de Madrid ha permitido que en este Madrid en Danza estuviera presente esta variante del hip-hop escénico de conexiones étnicas, tan francés como culto ya hoy, aceptado en todas partes de una manera natural como un baile que ha sabido colarse en el universo bastante cerrado de la danza contemporánea con su particular fuerza, códigos y sentido del virtuosismo individual masculino. Las basquets (o zapas) les convierten en nuevos ángeles.
Tenía que suceder en Francia. La historia se repite sospechosamente. Si ya en el siglo XVIII Diderot y D´Alembert contrataron para su enciclopedia a un tipo bastante raro y escurridizo, el judío Roaul Feuillet, que sistematizó la lectura de la danza y estableció un lenguaje para escribirla, ahora es en los alrededores de París de donde surgen los codificadores de nuevos vocabularios.
Black Blanc Beur
Lambarena. Wartane. Coreografías: Christine Coudun; vestuario: Patricia Ascensio; luces: Pol Brengel; músicas: Renaud García Fons, Hugues de Courson y Pierre Akendengué, J. S. Bach y tradicional de Gabón. Teatro del Instituto Francés de Madrid. 24 de mayo.
La coreografía Lambarena es un trío gestual pleno de referentes al vocabulario hip-hop de taller trufado con aires y ritmos del África negra y mediterránea. Los muchachos se mueven con sentido estrictamente coreografiado. No se exhiben, se entregan en una buena danza. Por su parte, Wartane es un dúo poético y lírico de dos hombres que habla de ayuda y de amistad, y que sorprende por su intensidad. El diálogo entre los dos bailarines deriva hasta una comprensión íntima que tamiza la luz de un atardecer turbio, urbano, de extrarradio, poco amable como el hormigón y el acero que les rodea, tan hiriente como ese sonido máquina que a veces perturba y a veces ayuda a salir y olvidar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de mayo de 2001