Vivo cerca de la prisión Modelo de Barcelona desde hace 30 años y soy arquitecto. Viendo que se deciden cosas y no se piden muchos pareceres, diré el mío: tiene que derribarse.
Sería bueno demoler completamente este edificio por todo lo que representa y dejar el solar limpio para levantar un centro cultural nuevo y moderno.
De la vieja construcción, terminada su triste funcionalidad, no debe conservarse memoria colectiva. No tiene suficiente valor arquitectónico, es un edificio feo y burdo.
Los conservadores que alaban la tipología -copiada- no se dan cuenta del daño que hacen. Si a veces recuperar edificios es una actitud cívica, en este caso el verdadero acto urbanístico y arquitectónico es la demolición total, acompañada de una sonora fiesta popular.
Si dudamos, nos harán una especie de híbrido, con prisioneros incluidos, en algún ala rehabilitada. No me gustaría. Habría que discutirlo.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de mayo de 2001