Las obras de reestructuración que lleva a cabo la Gerencia Municipal de Urbanismo de Madrid en la plaza del Campillo del Mundo Nuevo, donde vivo, son para venir a verlas y no poderlo creer. Como vecina de la plaza no me considero capaz de describir lo que veo día a día y, aunque parezca surrealista, a continuación voy a intentar describir (no sin esfuerzo y como pueda) dicha reforma. Existe un paso de carruajes desde hace 17 años que tras la reforma no se ha señalizado convenientemente, es decir, calzada diferente a la zona peatonal y delimitada con bolardos o pirindolos laterales. Vado perdido. Los coches aparcan, ya que nadie reconoce este paso de carruajes.
En la zona, supuestamente peatonal, los bolardos del aparcamiento en batería están colocados a mayor anchura que la de un vehículo, lo que permite el paso de éstos a la zona peatonal, que la convierte en un aparcamiento gratuito y en un espacio robado a los peatones. También se ha colocado un alcorque para un árbol justo delante de la entrada al portal de la casa.
Además de todo esto, esta plaza sufre el Rastro todos los domingos y festivos; tras las obras, los puestos del Rastro no respetan este vado permanente, respetado hasta la fecha (perdemos el derecho a salir con urgencia o ser asistidos con la misma urgencia por el Samur o los bomberos). Un vecino increpa el domingo a un policía municipal sobre el asunto del vado y el policía contesta sin rubor: 'Saque el coche por la zona peatonal, desmonte el bolardo, salga y lo vuelve a colocar'. Bolardos de pin y pon, desmonta y... ¡construye tu propio vado! (y que cierre el último). Con todo esto seguimos pagando impuestos que además son ¡legales!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 4 de junio de 2001