Woody Allen vuelve a la comedia disparatada para narrar la peripecia de un ladrón que abre una tienda de galletitas para robar con su pandilla el banco adyacente y termina millonario gracias al desmesurado éxito de las galletas de su mujer. El disparatado asalto y el hiperbólico triunfo culinario es tan acertado que termina por desmerecer el segundo bloque narrativo, el de su vida de ladrones millonarios.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 8 de junio de 2001