El pasado 26 de abril se abrió el plazo para realizar la declaración de la renta a través del teléfono (qué comodidad). Ese jueves me dirigí al trabajo acompañado de toda la documentación necesaria y desde el mismo llamé. Me atendió un caballero muy amable, y tras dar los datos bancarios y un teléfono de contacto me dijo que en una semana la tendría en casa. El 11 de mayo, viendo que no llegaba, llamé otra vez y me dijeron que la volviera a hacer, que si en una semana no llegaba es que no llegaría nunca. Me fui a casa a coger los recibos, perdí un par de horas de mi puesto de trabajo, y desde casa volví a hacer la declaración (qué alegría). El 21 de mayo ya me fui a Correos de Girona, donde me garantizaron que no había llegado ningún correo de Hacienda (somos todos) a mi buzón. ¿Adivinan? Vuelve a llamar por teléfono, vuelve a perder horas de trabajo y vuelve a hacer la declaración; esta vez ni siquiera miré la documentación, me sé los datos de memoria. La señorita me dijo que en cinco días, como mucho, la tenía que tener. El 31 de mayo la volví a hacer; de hecho, en mi jornada laboral ya incluyo un día a la semana para hacer la declaración de la renta. De esta semana no pasa, seguro que llega.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 9 de junio de 2001