El propio presidente Mohamed Jatamí se alegró públicamente de que sus oponentes políticos se hayan visto obligados a adoptar el lenguaje de las reformas. Conscientes del enorme foso que se ha abierto entre ellos y la mayoría de la población del país, que optó mayoritariamente por la opción reformista en las elecciones presidenciales, un sector de los conservadores iraníes ha iniciado un interesante debate interno para renovar el pensamiento religioso y hacerlo más atractivo, sobre todo para la juventud. La división está servida.
Los conservadores moderados acusan a los clérigos más radicales de haber alejado a la juventud de la religión (y también de sus filas), además de difundir una imagen del islam violenta y retrógrada. De acuerdo con una encuesta realizada por el Instituto Nacional de Opinión Pública, un organismo medio privado medio público que ha trabajado intensamente en la campaña de Jatamí, entre un 65% y un 75% de los ciudadanos tiene una mala imagen del clero.
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En términos políticos y electorales, la pérdida de influencia se traduce en cifras. Cerca del 90% de los 5,6 millones de nuevos votantes optó por Jatamí en las elecciones del viernes. En consecuencia, los moderados quieren distanciarse de los extremistas para tratar de recuperar a la juventud, algo especialmente importante dado que el 70% de los 69 millones de iraníes tiene menos de 30 años.
Esta corriente renovadora dentro del conservadurismo, que controla gran parte de los resortes del poder, estudia ahora de qué forma el islam se puede adaptar a la vida moderna y la democracia. La convicción de que eso es posible está en la base del triunfo electoral de los reformistas. De producirse un acercamiento entre ambas corrientes, Jatamí podría tener más fácil un segundo mandato en el que ha prometido profundizar las reformas. Sin embargo, muchos iraníes temen que todo sea una treta de los conservadores para no perder el poder.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 10 de junio de 2001