También los navarros, que visitarán la semana próxima a su vecino, la Real, ya aliviada con la permanencia. Un consuelo para los de Lotina.
Suele ocurrir cuando dos equipos necesitan ganar a toda costa: los necesitados trasladan su discusión lejos de las porterías, quizá para ganar perspectiva. Osasuna y Zaragoza se abrazaron en el centro del campo, cambiando de salida sus prioridades, y se aplicaron en no perder, actitud que en realidad sólo podía beneficiar al equipo maño. Bastante menos amenazado por el descenso, el Zaragoza se libró a una persecución implacable del rival, menos impresionado de lo previsto por la importancia del choque pero desafortunado a la hora de esquivar el cuerpo a cuerpo.
El fútbol acabó rescatando las posibilidades de los navarros y los postes, ahuyentándolas. Osasuna halló la verticalidad al primer toque y se sacudió de inmediato el corsé impuesto por el rival. Acampado enfrente de la portería de Láinez, el conjunto de Lotina empezó a sufrir serias dificultades para resolver su superioridad y a sentir la angustia del cronómetro. La situación amenazaba con enquistarse, hasta que Jusué rescató un remate improbable para convertirlo en tanto salvador.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 11 de junio de 2001