El señor Juan Goytisolo, en la entrevista de dos páginas que, sin motivo aparente pero desde luego no por 'amiguismo insoportable', le brindó EL PAÍS del 10 de junio, tiene la osadía -él- de citarme como ejemplo de 'intelectual orgánico' y censura que este diario se ocupara, hace meses, del veto que un texto mío había sufrido por parte de Iberia: '¿A quién puede interesarle eso?', protestaba.
Supongo que la megalomanía victimista del señor Goytisolo no pudo soportar que, dado que él participaba en ese mismo libro de Iberia, no fuera su texto el vetado. Lo cual es comprensible, ya que, por mucho que presuma de 'perseguido', se trata de un autor perfectamente aceptado e integrado en el establishment cultural español. Y no me cabe duda de que si el texto excluido hubiera sido el suyo, el asunto no habría salido una vez, sino cinco, en el diario.
Las denuncias recientes de Goytisolo son de una desfachatez asombrosa. Llama 'intelectual orgánico' a alguien que no acepta invitaciones del Ministerio de Cultura, ni de los Institutos Cervantes, ni de las embajadas, ni de las Universidades estatales, ni de TVE. Y se lo llama quien, por el contrario, es homenajeado en la reciente Feria de Guadalajara (México), participa regularmente en cursos y seminarios de Universidades (cobrando, supongo), acude sin pestañear a los programas de libros de TVE e incluso tuvo y dirigió, en esa misma cadena estatal, una serie sobre los países árabes. ¿Quién es el 'orgánico'?
Alguien que, por lo demás, exige que este diario (y el ABC, en el que también escribe) dé cuenta de cada vez que estornuda. Y se lo complace con continuos monográficos, como el del día 10. Quizá a él no le parezcan 'irrelevantes y ridículos avatares', por poner un ejemplo memorable de 'minuciosa ilustración', la visita que en 1991 efectuó en Valencia a su antigua tata y que mereció un amplio reportaje en estas páginas bajo el subtítulo El ambiente intelectual del París de los sesenta, visto por la tata valenciana de Juan Goytisolo (y dicho sea de paso, pocas veces he leído nada tan clasista y señoritil como aquello). El señor Goytisolo debería poner fin a sus mascaradas propagandísticas, y aceptar que él y Umbral se llevan tan mal por algo que salta a la vista de la mayoría: son dos caras de la misma moneda que él, inverosímilmente, se dedica a denunciar en sus reiterativos y demagógicos sermones de los últimos tiempos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 11 de junio de 2001