El ministro de Economía, Rodrigo Rato, y su secretario de Estado, José Folgado, han intentado en los últimos días transmitir un mensaje de calma ante el temor de que el dato de inflación en España en el mes de mayo sea tan malo como el Francia y Alemania. En mayo de 2000, el índice de precios al consumo (IPC) subió el 0,2% y la inflación interanual se situó en el 3,4%. Este mayo se espera que sea al menos el doble. Ello supondría que la inflación internanual se coloque en 4,2% o 4,3%, es decir, volvería a los altos niveles del año 1995, cuando acabó en el 4,3%.
Rato dijo ayer que las presiones inflacionistas se han producido en todos los países de Europa y que tienen 'un componente coyuntural' derivado de la crisis alimentaria, de los precios del petróleo y de la evolución del euro. El Banco Central Europeo (BCE), añadió, ya ha pronosticado que 'la inflación en Europa irá reduciéndose en los próximos meses', por lo que se trata de evitar que se instale 'de forma permanente a través de los salarios o de los márgenes'. Subrayó que 'el poder adquisitivo de las familias no depende ya exclusivamente de la comparación del IPC de un año con otro', sino también de un 'entorno' de tipos de interés bajos y de reducciones de impuestos. 'No hay riesgo para el poder adquisitivo de las familias', añadió.
Por su parte, Folgado insistió en la idea de una desaceleración de los precios 'a partir del verano', una vez superada la segunda subida del petróleo. Durante una comparecencia en el Senado, Folgado dio como probable que el diferencial entre España y los demás países del euro no se haya ampliado en mayo (1,1 puntos en abril). Insistió en que resulta 'imprescindible' la colaboración de los agentes sociales, que deben fijar los aumentos salariales en función de la evolución de la productividad y no de la inflación. Agregó que los incrementos pactados en el primer cuatrimestre 'ofrecen señales de preocupación'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 13 de junio de 2001