Arafat lograba anoche convencer a la CIA de que la detención de los dirigentes fundamentalistas palestinos no iba a reforzar la tregua concertada con los israelíes desde el pasado 2 de junio, sino todo lo contrario, se corría el peligro de soliviantar aún más los ánimos de la población palestina y dar argumentos a los sectores más radicales para continuar los ataques contra Israel.
El compromiso de Arafat y la CIA lograba tranquilizar a Abdelaziz Rantisi, máximo dirigente político del Movimiento Resistencia Islámica (Hamás), quien recibió garantías de Arafat de que en ningún caso habría detenciones masivas de los dirigentes ni de los militantes fundamentalistas, como sucediera cinco años atrás en Cisjordania y Gaza.
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"No habrá arrestos, aunque sí determinadas restricciones en la Intifada", anunciaba Rantisi mientras trataba de devolver la tranquilidad a los campos de refugiados, especialmente a los de Gaza, donde cerca de 800.000 desplazados sobreviven gracias a la ayuda puntual de las organizaciones caritativas islámicas, en su práctica totalidad vinculadas directa o indirectamente a Hamas o Yihad Islámica, y cuya clausura hubiera significado condenarlos al hambre.
La zozobra continuba sin embargo en los campos de refugiados, ya que "nadie ha dicho la última palabra, ni siquiera Arafat. En cualquier momento pueden encarcelarnos y cerrar nuestras organziaciones", aseguraba Mohain Sarman, licenciado en Ciencias Industriales y responsable del principal centro asistencial del campo de refugiados de Jabalia (100.000 desplazados), cuna de la primera Intifada. "La situación es delicada y podemos volver a la cárcel en cualquier momento", coincidía Mohamed Hassan, responsable de otro Centro Islámico caritativo en Jabalia-pueblo, desde el que se distribuyen ayudas para 300 familias de necesitados; cerca de un millón de pesetas mensuales. Los fondos provienen de los paises del Golfo Pérsico, pero también de las comunidades musulmanas de Europa y de la minoría árabe-israelí; desde Berseva en el sur o Um El Fahem en el norte.
Por otra parte, un ciudadano israelí murió anoche por disparos de palestinos cerca de Jerusalén; se trataba de un monje ortodoxo griego, que fue acribillado a tiros cuando circulaba por una carretera cercana al asentamiento judío de Maalé Adumín, y podría pertenecer al monasterio de San Jorge. Al parecer, fue confundido con un ciudadano judío por la matrícula de su coche.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 13 de junio de 2001