Si Clarín escribiera hoy La Regenta, el Magistral llevaría galones y traje azul marino con gorra de plato. En vez de otear, vestido de sotana, la vida de Vetusta desde la torre de la catedral le bastaría con un vuelo bajo sobre las miserias de los demás mortales. La España tantas veces descrita por escritores, directores cinematográficos, y relatada en voz baja por cualquier hijo de vecino, con los ingredientes del despotismo de algunas castas con uniforme y otras simplemente arrogantes por ignorancia: mezcla de curas, militares, guardias civiles, médicos, maestros, y hasta boticarios.
Todos aquellos personajes eran una bendición en sus soberbias y excesos -siempre con excepciones, por supuesto-, aquel cliché se fue afortunadamente, velando y los años fueron haciendo más iguales a los ciudadanos en derechos y obligaciones, menos a este gremio que se ríe de los convenios laborales, del bien común, de usted, de mí, de lo público, de lo privado: ellos van a su aire y lo de menos es la bandera: Iberia o Aerolíneas. Son una casta que siempre nos miró de arriba abajo, desde su humilde pretensión de una subidita de nada -el IPC, real of course, más tres puntitos de nada-, y si no, ¿qué tal una huelga para dejar claro quién reina en los cielos?
Ahí están ellos, como siempre, sobrevolando sobre nuestras economías. ¿Seguro que todos somos iguales ante la Constitución?-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 14 de junio de 2001