El 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, es fecha obligada de reflexión medioambiental y buen día para saber cómo respiramos: si gris o un poco más verde.
El hecho es que casi todos hacemos este día algún comentario al respecto. Y el caso es que este año también toca mina. Pero ésta, que se llama Cobre Las Cruces, será nada más y nada menos que la segunda más grande de Europa, eso sí, muy innovadora -sólo escribirlo hace que me ponga pálida- y con su lista de puestos de trabajo y todo.
Entonces, yo reflexiono sobre los antecedentes tan cercanos en el tiempo y en el espacio y me dan escalofríos.
Primero: ¿Ése es el yacimiento de empleo que queremos explotar? -mantenidos por subvenciones públicas y un alto coste ambiental-, ¿dónde dejamos la nueva creación de puestos de trabajo? -agricultura y ganadería con garantías de salud y calidad a largo plazo-, ¿las nuevas ideas? -agroturismo, educación ambiental-, ¿los 'beneficios del progreso'? -energías renovables, reducción y restauración de impactos ambientales (me empiezan a entrar los sudores).
¿Será verdad que es necesario que todos sacrifiquemos nuestra calidad de vida, porque es la mejor alternativa socio-economica-paisajística-ambiental que se nos puede ofrecer? -ahora me indigno.
Y segundo, ¿está demostrando este país que es el idóneo para instalar empresas limpias, legalmente responsables y respetuosas con el medio ambiente? -ahora es cuando me echo a temblar.
En estos momentos sólo me consuela sentir la brisa de aire fresco que respiramos en forma de sensibilidad y sentido común de cada vez más personas preocupadas por lo que somos y compartimos. Por lo que espero que no caigamos en errores pasados.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 15 de junio de 2001