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Crítica:CRÍTICAS

Creer o no creer

Primera película de Juan Luis Iborra en solitario, después de dos filmes compartidos con Yolanda García Serrano- Kilómetro 0 y Amor de hombre-, y de varios guiones de éxito (El amor perjudica seriamente la salud o Boca a boca).

En el trabajo de Iborra en Tiempos de azúcar, una peripecia que abarca un cuarto de siglo en la vida de una pizpireta muchacha de pueblo (María Adánez) y un esforzado, candoroso confitero (Carlos Fuentes), se avizora el gran melodrama que hubiese podido ser y que, en cuestión de manejo de las fórmulas, casi nunca llega a ser.

Que el llorar tiene normas tan rígidas, o más, que el reír lo sabe el guionista y realizador Iborra, cinéfilo aplicado. Que contar un amor a lo largo de los años tiene indudables ventajas cara a atrapar a la platea, también. Pero lo que no se puede hacer, a pesar del título talismán al que se recurre, es cubrir toda la larga historia amorosa de una pátina de insufrible almíbar. Éste impregna desde la música hasta la creación de unos personajes que de tan buenos se convierten en meros artefactos mecánicos.

Penosa caracterización

A todo lo citado anteriormente se añade en Tiempos de azúcar un elemento que, insospechadamente, disminuye la credibilidad misma de lo contado: una caracterización penosa de los actores (maquillaje y peluquería) que se esfuerza inútilmente en que creamos que Carlos Fuentes tiene la misma edad que Roberto Álvarez, o que María Adánez, en el tercio final del filme, es la madre, y no la hermana mayor de sus propios hijos. M.T.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 15 de junio de 2001