La decisión de George Bush de poner punto final en el año 2003 a los ejercicios de bombardeo en la isla puertorriqueña de Vieques le valió ayer las críticas abiertas del ala derecha del Partido Republicano y amargos comentarios soterrados del Pentágono. Pero en este asunto, que une frente a Washington a todas las fuerzas puertorriqueñas, Bush optó por dar satisfacción a los isleños y, de paso, volver a tender una mano hacia los hispanos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 15 de junio de 2001