Con motivo del encierro de los ediles del PP en el Ayuntamiento de Fuenlabrada, en el área metropolitana de Madrid, el vicepresidente segundo del Gobierno, Rodrigo Rato, hizo un huequito en su agenda y les visitó como muestra de solidaridad. La causa del encierro: un conflicto en la corporación de dicho municipio, con mayoría socialista, entre uno y otro partido. No entro a valorar si la protesta, ya resuelta, era legítima o no; pero sí me llama la atención la prisa que se da un personaje que ejerce tan alta representación política en hacer turismo regional al sur de Madrid, donde la izquierda mantiene sus más importantes bolsas de voto urbano de la Comunidad, y no se ha planteado hacer una paradita en el paseo de la Castellana, justo delante del Ministerio de Economía y Hacienda, que, sin duda, frecuenta con asiduidad. Cierto es que agendas tan congestionadas como la suya o la propia oscuridad que proporcionan los cristales tintados del vehículo oficial han podido impedir reparar en los cientos de metros del campamento de la esperanza que mantienen desde hace meses los trabajadores de Sintel y que seguro que tendrían motivos y ganas de sentir algún atisbo de solidaridad con su causa por parte del vicepresidente segundo del Gobierno.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 15 de junio de 2001