El parte de la batalla se elevaba la pasada madrugada a tres manifestantes heridos de bala, 12 policías heridos, ninguno de gravedad, y cerca de 400 detenidos, según confirmó el ministro de Justicia sueco, Thomas Bodström, quien reconoció que algunos policías tuvieron "gestos de desesperación" y que pudieron "perder el control". Bodström acusó a los manifestantes de "atacar a la democracia".
Además, cuatro delegaciones participantes en la cumbre de la UE, las de los países del Benelux y Finlandia, hubieron de ser desplazadas de sus hoteles, situados en la citada Kungsports Avenyn, porque las fuerzas del orden no garantizaban su seguridad.
Desde las ocho de la mañana. unas 20.000 personas caminaron hacia las inmediaciones de la estación central, a unos 500 metros de donde se celebra la cumbre. Aunque el presidente estadounidense, George Bush, ya se había marchado a Polonia, los eslóganes no difirieron mucho de los de la manifestación, más tranquila, de la víspera: "Menos beneficios y más pueblo"; "Salvad la tierra" e improperios contra el euro. El público tampoco era distinto. Junto a sindicalistas maduros, mujeres con niños e inmigrantes, dominaban los adolescentes de todos los estilos: punk, grunge, surfistas de pantalones caídos, vampiros engominados y unos cuantos centenares de guerrilleros urbanos, con sus capuchas y antifaces negros. Fueron éstos los que, sobre las once de la mañana, se enfrentaron a los agentes que les cerraron el paso hacia la cumbre.
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Los antidisturbios, parte de los 1.700 desplegados en torno al evento, primero les dejaron hacer. Los jóvenes arrancaron adoquines y los lanzaron sobre la policía, que se limitó a aguantar el chaparrón. La provocación siguió durante una hora, pero a las doce irrumpió la caballería y dos centenares más de agentes, algunos con perros y otros gritando y golpeando con porras sus escudos. La violencia llegó al cenit y la calle se llenó del humo de los botes y de los incendios provocados. "Arde la democracia, y la culpa la tienen ellos", filosofa una joven que acusa a los agentes. El primer ministro sueco, Göran Persson, calificó los hechos de "una tragedia que, por desgracia, volverá a repetirse en el futuro".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 16 de junio de 2001