Los que, para desdicha suya, carecen irremediablemente de sentido del humor harán sonreír siempre a quienes por gracia de los dioses gozamos de él.
Así, ruego a mi admirado Javier Marías que, para delectación mía y de un puñado de lectores, no se conceda ni un día de tregua en la vehemente correspondencia que dirige a esta sección del periódico.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 16 de junio de 2001