El 14 de junio de 1936, a los sesenta y dos años muere Gilbert, Keith Chesterton. La noticia hace decir al redactor de The Times que la recibe: 'Dios mío no será nuestro Chesterton...'. Sí, es el nuestro. El de todos ¿quién que tenga ahora medio siglo no lo ha leído? Discutió con todo el mundo y a nadie ha dejado en la tierra que le quiera mal. Bernard Shaw su eterno antagonista ofrece a su viuda todo el apoyo que necesite y lamenta haber sobrevivido a su 'amigo y enemigo'...
Quiero unir mi pequeño homenaje a ese hombre que tanto bien hizo con la pluma y quiero hacerlo porque han cambiado las cosas y no siempre para bien y existe una fuerte conspiración de silencio frente aquellos temas que encaran la trascendencia del hombre. No hay oponentes, no se discute, simplemente no se da audiencia a quienes podrían arrojar bastante luz sobre nuestra realidad diaria.
¿Es razonable que los jóvenes corran despendolados a hacer mil y un cursillo, carentes por completo de interés, después del trabajo en un tiempo que debería ser dedicado al descanso, a la familia o al crecimiento espiritual? Mientras tanto, hay familiares cercanos solos en las clínicas, pasando tristemente las horas en espera de ser intervenidos.
La prensa ofrece pocas oportunidades para hacer a la gente más sabia o mas buena. ¿Para que sirve tanta información, si nunca se aborda a aquello que de veras interesa al hombre? ¿No abundamos en la trivialidad? ¿No nos faltan polemistas de altura? Querido Chesterton: ruega por nosotros.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 17 de junio de 2001