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Crónica:PALACIO VISTALEGRE

Los toreros del corazón

Los empresarios, en sus mil y una maneras urdidas para atraer al público inventaron la corrida de los banderilleros. Agotado el invento, por agobiadora repetición, han descubierto ahora la corrida de los toreros del corazón. Y así terminó la Feria de San Antonio en Vistalegre, con tres toreros asiduos de las páginas coloreadas de las revistas dedicadas a chismorrear con la intimidad de los famosos. Aun así, no llenaron la plaza Ortega, Finito y Rivera, acartelados juntos para atraer a las señoras del barrio. Causaron más expectación fuera que dentro de la plaza y divirtieron, a ratos, a los espectadores.

Rivera Ordóñez abrió la corrida matando el primero, porque tenía que ausentarse para lejanos compromisos. Pasó de muleta al toro entre las protestas del público por la invalidez y, en vista de ello, se lo quitó de en medio.

Ortega Cano toreó al sobrero sin confiarse y con alguna ratonería de veterano. El toro, que manseó durante la faena, terminó peligroso. Le arreó un gañafón que le rasgó la taleguilla.

Finito anduvo con chispazos toreros y muletazos lentos y acoplados a la debilucha embestida del tercero, que era un borrego. Faena de muchos toquecitos.

En su segundo toro, Ortega no se animó ni se decidió a torearlo e hizo bien porque se trataba de un pobre inválido. Antes Rivera se salió con pases por alto y de rodillas hasta los medios, siguió con un toreo acelerado, entre algunos enganchones, y terminó pasándolo limpiamente al natural desde cauta lejanía.

Cerró Finito la corrida del corazón con una faena sin brillo en sus inicios y con más enjundia al final, en el que estuvo más asentado y con la mano baja.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 17 de junio de 2001