El mejor Rivaldo aupó al peor Barça. Igual que tantas veces durante el curso. Los goles del brasileño no le alcanzaron al equipo para mantenerse en Europa ni para disputar la Liga. Le valieron, sin embargo, para un trofeo menor, si se tienen en cuenta todas las expectativas creadas, como es una plaza para la próximo Copa de Europa a costa del Valencia, otro equipo depresivo desde que salió derrotado en la ruleta de los penaltis de San Siro. El percutor de Rivaldo acabó con el método Cúper, forjador de grandes equipos y también perdedor de partidos grandes y que se va con otra derrota, en otro partido decisivo, a cuestas.
BARCELONA 3| VALENCIA 2
Barcelona: Dutruel; Puyol, Frank de Boer, Sergi; Gabri, Guardiola (Petit, m. 65), Cocu; Rivaldo; Simao (Xavi, m. 45), Kluivert (Zenden, m.77) y Overmars. Valencia: Cañizares; Angloma, Ayala, Pellegrino, Fabio Aurelio; Angulo, Albeda, Baraja, Kily González (Vicente, m. 65); Aimar (Djukic, m. 84); y Carew (Ilie, m.85). Goles: 1-0. M.3. Rivaldo transforma un libre directo desde la media luna al palo izquierdo de Cañizares 1-1. M. 25. Córner que saca Aimar y Baraja cabecea en el primer palo. 2-1. M.45. Rivaldo conduce la pelota, amaga y en la frontral del área, tras dejar a Pellegrino, engancha un remate que sorprende a Cañizares. 2-2. M. 47. Baraja remata en plancha un centro de Fabio Aurelio. 3-2. M.88. Rivaldo recibe un pase de Frank de Boer en el área y marca de chilena con la izquierda. Árbitro: López Nieto, andaluz. Mostró la tarjeta amarilla a Fabio Aurelio, Sergi, Albelda, Gabri, Cañizares, Pellegrino, Rexach. Camp Nou: unos 75.000 espectadores. Llovió durante el partido.
En el Barcelona, Rivaldo ha sido casi siempre el problema y la solución, y a juzgar por lo ocurrido ayer lo continuará siendo el próximo año, pues el brasileño acudió en auxilio de un Barcelona tronado, que capitulaba desde la miseria. Nada nuevo en el Camp Nou. El Valencia fue más equipo y tuvo mayor autoridad. Le faltó sólo un futbolista como Rivaldo, difícil de ubicar en un equipo de Cúper, tan táctico, tan académico y que acaba el año con cara de perdedor.
Negado para jugar al fútbol, el Barcelona no se sacó hasta el penúltimo minuto el susto del cuerpo ni el disgusto que llevaba encima, aun cuando su puesta en escena resultó alentadora. Desde la alineación, el Barcelona se obligó ayer a ir por el partido con un entusiasmo olvidado y una naturalidad extraviada por tanta derrota acumulada durante el año, un cambio de ánimo expresado en el retorno de Simão, un tipo vital y muy creído. Rexach acomodó el campo a gusto de los jugadores, de manera que el equipo recuperó sus señas de identidad: la defensa de tres, el rombo en el medio campo y, sobre todo, los dos extremos.
La excitación que despertó la salida del equipo fue correspondida por Rivaldo, que transformó un libre directo de manera serena y preciosa. El gol, sin embargo, tuvo sorprendentemente un efecto disuasorio para el Barça, al que le entró un ataque de pánico, una muestra más de su inestabilidad emocional. El campo se le hizo demasiado grande y el Valencia le cogió la pelota para someterle a un meneo futbolístico, presidido por la persecución de Cocu a Aimar, una solución que retrata lo mal puesto que quedó el plantel.
Pese a salir al campo en la dirección opuesta a la del Barcelona, sobre todo porque a Cúper le dio por renunciar a un segundo delantero, aun cuando no jugaba Mendieta, el Valencia tuvo más presencia. Atacó mejor incluso de lo que defendió. Pacientemente, con frescura y toque, arrambló al rival hasta provocar la rechifla de la hinchada, espantada por la superioridad del equipo de fuera, en un partido que se suponía igualdado, de ida y vuelta, díficil de jugar por cuanto estaba en litigio.
Al único que pareció no tomarle por sorpresa el empate fue a Rexach, que no hizo nada para corregir un partido que se le escapaba descaradamente. Rivaldo acudió en su ayuda con un nuevo gol tan plástico, tan televisivo y tan mal gastado como el primero.
La ventaja le duró al Barça lo que tardan los equipos en ir y volver al campo en el descanso. A la que se puso de nuevo el balón en juego, el Valencia empató con un cabezazo de Baraja al que Dutruel respondió tan mal como Cañizares al segundo gol del Barça.
Para entonces, el equipo azulgrana ya había cambiado de nuevo su piel. Camaleónico como ha sido durante el curso, apareció en el segundo tramo del choque con un segundo medio centro (Xavi) en lugar del extremo derecho (Simão). Por más vueltas que le daba, el Barcelona no encontraba la manera de hincarle el diente al encuentro. Desdibujado el equipo, el partido sólo daba para que los jugadores barcelonistas fueran sometidos uno a uno a un referéndum general en cada pasaje.
Apareció entonces la figura de Guardiola, vulnerable, solo, mirado de tan mala manera que Rexach le cambió en su último partido de Liga como azulgrana, signo inequívoco de impotencia. Igualmente le ocurrió a Kluivert, que desfiló hacia el vestuario como si llevara la zamarra blanca. El Valencia no reparó en que quedaba Rivaldo, así que fue trampeando el asunto con calma, como si diera el choque por acabado, hasta que la pelota acabaó de nuevo a pies de Rivaldo, quien visto que con dos no bastaba, metió el tercero y definitivo. Un final que alguién debería llevar al cine bajo el título El Camp Nou canoniza a Rivaldo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 18 de junio de 2001