Mark Brooks y Retief Goosen jugarán hoy un desempate de 18 hoyos para dilucidar el ganador del 101º Open de Estados Unidos después de que ayer ambos terminaran empatados a 275 golpes (-5) en una jornada en la que Sergio García, que comenzó el día a un golpe de ambos, se hundió en un +7 que le envió a la parte media de la clasificación.
MÁS INFORMACIÓN
La desnuda verdad que dice que el golpe más importante de un torneo es un putt de dos metros cuesta arriba en el hoyo 18º se le ofreció clara y meridiana a Mark Brooks quien llegó al último hoyo del Open de Estados Unidos con posibilidades de volver a ganar un grande cinco años después de imponerse en el Campeonato de la PGA para chocar en el green con tres putts que le enviaron miserable a la casa club a rezar por el hundimiento de los dos jugadores con los que se llevaba peleando más de medio Open sin lograr desmarcarse.
Esa misma verdad se le hizo inalcanzable media hora después a Stewart Cink, el gigantesco jugador de Georgia que llegó al último hoyo empatado a golpes con Retief Goosen para encontrarse, con su segundo golpe, no el green ansiado, sino un áspero rough que le llevó al doble bogey, sudor resbalando por las mejillas, manos temblorosas, y al tercer puesto.
Se suponía que Retief Goosen, el surafricano con aire indolente, casi indiferente, había aprendido la lección. Todo lo que necesitaba para ganar el torneo, su primer grande, y dejar de ser considerado el hermano pobre de Ernie Els, el otro surafricano rubio y gigantesco que ha ganado ya dos Open de Estados Unidos, era embocar la bola, situada a apenas tres metros del agujero en dos golpes de putter como mucho. El primero lo lanzó decidido y valiente. Se pasó casi un metro. Para lanzar el segundo se tomó más tiempo, tanto que se dio cuenta de lo cerca que estaba de la victoria y el cuerpo perdió el temple. Le temblaron las manos y la bola pasó rozando el agujero. Necesitaba finalmente embocar un putt de un metro sólo para salvar la posibilidad de jugarse hoy la victoria. Eso sí que lo consiguió.
Llegado el quinto hoyo Sergio García recibió señales de que no iba a ganar el Open de Estados Unidos. Un bogey en el hoyo más largo, un par 5 de 580 metros prácticamente inalcanzable en dos golpes significaba que no, que ayer no era su día. El sábado, ayudado por su férrea voluntad, allí se marcó su drive más largo, más de 300 metros. Ayer, dubitativo (enorme el tiempo que pasaba hasta dar con una buena empuñadura, como si las manos le sudaran), se fue al bunker de la calle. Era, además, el segundo bogey de un domingo que no marchaba como debía. En el segundo dos veces se había ido a los árboles. Con la madera y con el hierro, dos de las bases del juego. No andaba. La constatación definitiva, el adiós a sus esperanzas de su primer grande precisamente el día que más al alcance de la mano lo tenía le llegó en el hoyo noveno: un doble bogey forjado con tres putts. La tercera pata del trípode también fallaba. En nueve hoyos había perdido todo lo construido en los 54 anteriores. Del -4 con que había empezado el día, a un golpe de los líderes, al par del campo en un santiamén.
García terminó sonriente pero desesperado. Todas las piezas de su juego, que tan cuidadosamente había ido componiendo a lo largo de los últimos meses, se desencolaban a la vez.
Sergio García no se marcha, de todas maneras, del segundo grande del año con la misma sensación amarga con que dejó el Masters. Durante tres días mostró temple, consistencia y toque. Se convirtió, otra vez, en el jugador preferido por los aficionados. Reconquistó al público americano. Y jugó muy bien. Nada de eso lo perdió con la horrorosa última ronda, en la que quizás se contagió de otras caídas estruendosas como la esperada de Phil Mickelson (75 golpes: +2 en el torneo) y la de David Duval (74). Como se hundió también, aunque de manera más contenida, el jovial Rocco Mediate, el jugador de Florida que compartió partido con Sergio García.
Fue un 77 (+6) que, curiosamente, le depositó en las regiones en las que se ha movido Tiger Woods durante todo el torneo. El presunto ganador de un quinto grande consecutivo y también presunto autor de la remontada más remontadora de la historia del Open (comenzó la jornada a nueve golpes del líder) vivió otro día mediano. Fue capaz de bajar del par del campo, pero, en un día en que otra vez el toque en el green le abandonó, no pudo bajar de 69. Terminó en +3, casi en el mismo lugar donde había empezado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 18 de junio de 2001