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Gil se escuda en Luis Aragonés y los aficionados le increpan

La chica del transistor en la oreja la emprendió a patadas con uno de los asientos del Coliseum Alfonso Pérez de Getafe. Las radios cantaban ayer la victoria del Tenerife y el Betis, y la adolescente con camiseta rojiblanca, uno de los más de 10.000 seguidores del Atlético, se ponía furiosa. Los jugadores se desparramaban por el césped y minutos después, en el túnel de vestuarios, el director general deportivo, Paulo Futre, reproducía los mismos gestos de frustración que se contagiaban entre miles. Futre daba patadas a las paredes, lanzaba el pitillo contra el suelo, se movía de pared a pared como presa de un ataque de claustrofobia, desesperado. "Ha sido la mayor desilusión de mi vida", balbució el portugués, en medio de la pesadumbre funeraria que ayer coronó la confirmación del Atlético en Segunda División.

Ni con viento a favor, cuando el Tenerife empataba en Butarque, hubo calma en las gradas. En el césped, el Atlético padecía horrores para meter un gol. Cuando lo consiguió, a tiro libre de Luque, el estadio pegó un grito que, salvo excepciones, fue unánime. Para detectar esas excepciones estaba Kiko Narváez. Sentado en una escalera, entre dos barandas, semioculto debajo de su gorra de béisbol negra, el jerezano se encaró con un tribuno: "¡Eh, usted!, ¿por qué no aplaude si el Atlético ha marcado? ¿es que no quiere que gane el Atlético?".

El dueño del club, Jesús Gil, recibió la increpación de unos cincuenta seguidores, que le pidieron la renuncia después del partido. "¡Gil, cabrón, fuera del Calderón!", clamó la muchachada. "Pido a la afición que por favor no nos abandone", suplicó Gil; "yo me crezco en el castigo y les digo que tendremos un proyecto ilusionante, que adecuaremos la plantilla y haremos un gran trabajo con Luis Aragonés (...). Pido perdón a la afición por los errores cometidos". La policía debió escoltar a Gil y a su mujer, cubierta de unas gafas italianas moradas, hasta el coche.

Veinte asientos fueron arrancados del estadio del Getafe por aficionados rojiblancos que los lanzaron al foso. Otro medio centenar resultó dañado. El técnico, Carlos Cantarero, habló por los jugadores que, salvo Fernando Torres, salieron en silencio y en fila india: "Lo lamento por la afición porque no hay otra igual en el mundo. No logramos meter el segundo gol y creo que, después del primero, nos anularon dos tantos injustamente".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 18 de junio de 2001