Cristina Martín Lara (Málaga, 1972) está exultante. A sus 29 años, ha recibido un espaldarazo fundamental: ha ganado la XII edición de la Beca Picasso dotada con tres millones por un proyecto en el que combinará la instalación y la fotografía. Es licenciada en Bellas Artes. Su nombre ya sonaba desde 1999 en que quedó finalista para este premio que concede la Fundación Picasso de Málaga y fue elegida para la muestra Injuve del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Pregunta. ¿Qué es este premio para usted?
Respuesta. Para mí lo significa todo; primero, porque puedo hacer el proyecto que tenía en mente y, segundo, por la proyección tan grande que supone. La Beca Picasso te abre muchas puertas, es toda una carta de presentación porque tiene mucho prestigio, no es la beca Pepito Jiménez. Tampoco es hacer un proyecto, exponerlo y punto, sino ese empujón fundamental en tu carrera.
P. ¿Le da vértigo?
R. Tengo un proyecto en la cabeza que ahora debo hacer realidad. Ese es mi reto. Primero tengo que exponer en el extranjero y después aquí. Estoy supercontenta y creo que no tendré grandes dificultades porque soy como un chicle, me adapto a todo.
P. ¿Hay suficientes apoyos para los jóvenes artistas?
R. Hay pocos, debería haber más. Yo no puedo quejarme. Para mí este es un sueño hecho realidad, es lo mejor que me ha podido pasar... Pero vivir del arte es muy difícil. Puedes tener buenas ideas, pero si no tienes dinero para plasmarlas es complicado. Por eso estas ayudas son fundamentales. Creo que son importantes dos cosas, que haya más ayudas y no rendirse. Si te estás quieto, no te llueve nada del cielo. Hay que buscar ayudas y tienes que mover tu trabajo.
P. No rendirse es muy difícil...
R. Nadie te pone un cuchillo en el cuello para ser artista, pero sí, conozco compañeros que han dejado no porque fueran peores que yo, sino porque necesitaban pagar el alquiler. La imagen del artista bohemio y sufridor ha pasado a la historia entre los propios artistas, entre los galeristas y támbién entre las instituciones. Hoy el artista es un profesional. La obra no habla por sí misma, estás tú para contarla, para defenderla, para hacer su marketing...
P. Su proyecto se titula Soy sombra de cosa soñada. Antes tituló Sueños despiertos a otro trabajo. ¿Por qué esa recurrencia a lo onírico?
R. Yo no trato temas que no sean cercanos a la gente. El cuerpo tiene necesidad de soñar todos los días para evadirse de la realidad. Los sueños son evasión; una cosa cercana, pero etérea. Con este proyecto pretendo que el espectador sueñe, participe, se relaje. No pretendo soliviantar, sino que la persona que vea la obra se involucre, que el propio espectador sea el soñador.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 19 de junio de 2001