Un año más se ha vuelto a repetir la marcha de los malditos, el masivo desplazamiento de profesores de secundaria de un centro a otro. Un año más, a pesar de las movilizaciones de profesores, el Departamento de Enseñanza de la Generalitat no ha aliviado la situación límite existente.
Muy lejos de mi ánimo está restar valor a la noble condición de profesor de primaria (o maestro). No obstante, en los institutos de enseñanza secundaria (IES), toda plaza fija de un maestro se mantiene invariablemente bajo cualquier excusa, aunque ello implique la exclusión de profesores de secundaria especializados en las materias que se asignan al maestro para justificar su presencia. Hay todo tipo de prioridades para los maestros, mientras que los profesores de secundaria parecen que van por una cuerda floja agitada por el viento de la disminución de la matrículación de alumnos. El Departamento de Enseñanza prefiere que los profesores de secundaria vayan vendidos, en vez de intentar mantenerlos en sus puestos, ya sea por el método de reducir el número de alumnos por aula o por otros procedimientos.
Pero lo que básicamente me impulsa a escribir esta carta es la defensa del gran perdedor de la reforma educativa: El conocimiento.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 20 de junio de 2001