Maestras y maestros, mamás y papás: seguid contando los cuentos maravillosos como han sido escritos y como os los han contado a vosotros/as. No los utilicéis como ejercicio de lectura comprensiva, ni hagáis una valoración de sus personajes, y ni desentrañéis el significado de las palabras que desconocen. Dejad que La Cenicienta siga siendo una fregona y que el rey abuse de sus súbditos. Tampoco hay que tener en consideración el tiempo que dura, pues son muchas las veces que hay que contarlo 'otra vez'. Sólo el desconocimiento profundo de lo que hacen los cuentos maravillosos en la mente de los niños permite trivializarlos y utilizarlos para lo que de ninguna manera fueron escritos y por lo que se han mantenido en la cultura de tradición oral durante tantos años. Con saber leer en las caras de los niños cuando los están escuchando es suficiente. No los estropeéis.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 20 de junio de 2001