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OPINIÓN DEL LECTOR

¿Cómo es posible?

Aunque sin mucha fe en que publiquen esta carta, por lo manoseado del tema, una exigencia interna me obliga a escribir. Resulta que, por circunstancias que no hacen al caso, tengo la posibilidad de ir andando de casa al trabajo y viceversa, por estar a unos 10 minutos de distancia. ¡Una gran suerte, ya que puedo hacer algo de ejercicio!

Como la zona que he de recorrer es céntrica -calle de la Princesa y Gran Vía-, más que en caminante me he convertido en 'saltador avanzado de obstáculos'. Cada 25 o 30 metros, el andador experto puede apreciar que la acera por la que pasea se ha convertido o está a punto de convertirse en un hermoso socavón, por efecto de las máquinas picapiedra, que, bien trabajando para o pertenecientes a Iberdrola, Madritel, Canal de Isabel II, Hidrola, Gas Natural, servicios del Ayuntamiento o cualquier otra entidad, están perforando sin misericordia nuestro suelo. Naturalmente, hay que pasar por el estrecho camino de 50 o 60 centímetros que dejan libre en la acera dichas obras 'necesarias' y disfrutar del agradable ruido que arrojan estos engendros.

Pero la cosa no acaba ahí. En este bello paseo, a primera hora de la mañana, por las aceras de Madrid, usted tiene que ir muy alerta para evitar que el señor de los patines -ya no son niños- o la moto del repartidor de cartas o pizzas no le atropellen. Si le añadimos la sirena de las ambulancias y coches de policía o la bocina del coche bien aparcado, que no puede salir porque el vecino del coche en doble fila aún no se ha levantado, este conjunto musical produce un concierto matinal diabólico, por lo que estoy llegando a la conclusión de que tanto el alcalde como el equipo que desgobierna esta ciudad están todos sordos.

¿No sería posible organizar las obras de forma que las distintas empresas tuviesen que acometerlas al mismo tiempo, bajo supervisión técnica? ¿No sería posible hacer las obras más importantes una después de otra, aunque se agoten las legislaturas?

En lo que a mí respecta, puedo asegurarle que me están entrando ganas de irme a vivir e instalar mi residencia permanente en el desierto de Atacama, que, como usted sabe, está en Chile. Mientras tanto, ¿hay alguien más ahí...?

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de junio de 2001