El señor Piqué, tan arrogante a la hora de ir retrasando su comparecencia para declarar sobre el caso Ercros, tan achulado al sostener sin pudor que lo normal es pagar comisiones por la venta de nuestros submarinos, ha mostrado su verdadera talla dando esos serviles cabezazos ante el representante del Imperio. Afortunadamente, el recibimiento que le han dispensando otros representantes del Viejo Continente hace que me pueda reconocer como europea, porque como española nunca me había sentido tan humillada y herida en mi dignidad como ciudadana.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 27 de junio de 2001