Las concesiones al mercantilismo tienen un límite para el aficionado. Ya le sucedió al Alavés en la Copa de la UEFA y ahora le ocurre al Celta: sus seguidores rechazan mayoritariamente que el equipo sacrifique su uniforme en la final de la Copa. El club gallego ha pedido, en efecto, autorización a la Federación Española para cambiar su clásica camiseta celeste por otra rojiblanca, con un diseño inédito y grandes posibilidades comerciales si vence al Zaragoza. Pero el rechazo de su afición y sus futbolistas puede frenar el intento.
Vigo vive en estado de enorme excitación, con 20.000 personas preparando la marcha a Sevilla, donde el celtismo espera ganar el primer título en sus 78 años. Y en una cita de semejante altura es posible que el Celta renuncie a sus colores de toda la vida. Y no porque se le obligue -al ser el club más antiguo de los finalistas, tiene preferencia-, sino por una simple operación mercantilista.
El nuevo uniforme -elegido en principio para ser el segundo- no carece de simbología: es una zamarra divida en dos mitades, roja y blanca, los colores de la bandera de la ciudad y del Vigo Sporting, el antecedente del Celta. Pero el hincha quiere a los suyos de celeste, como se podía comprobar ayer en los corrillos del entrenamiento y quedó claro en la página web del club: el 80% de los aficionados repudian la modificación.
Aunque Catanha, el goleador, posó ayer con la nueva camiseta, la mayoría de la plantilla comparte el no. Sólo disintió Mostovoi: 'Los partidos los juegan los futbolistas, no la indumentaria'. El entrenador, Víctor Fernández, diplomático, se limitó a decir: 'El celeste me gusta mucho'.
Mientras tanto, el Zaragoza trata de contrarrestar la euforia céltica. Así, Jamelli no comprende que los vigueses se sientan favoritos y Yordi considera que, en el fondo, eso les puede perjudicar por la presión añadida que supone.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 28 de junio de 2001