La expectación por la anunciada rudeza del duelo entre Teófila Martínez y Manuel Chaves estaba justificada. El PP cumplió el guión previsto y, desde el principio hasta el final, el discurso de la presidenta popular fue una embestida en toda regla contra el socialista. Martínez no dejó nada en el tintero: ni casos de presunta corrupción (Prensa Sur), ni cajas de ahorros, ni calificativos al propio Chaves ('ridículo y patético') ni frases cargadas de afirmaciones categóricas sobre las ansias de los socialistas ('grupo de oligarcas') para controlar todos los aspectos de la vida andaluza.
Esta denuncia fue precisamente el motor de intervención de la presidenta popular, quien aplicó esta idea tanto en el terreno económico como social. Incluso la propuesta estrella, la alternativa del PP como gestor, giró en la misma noria: 'Cambiar de una vez para siempre la situación genuflexa, dependiente y desesperanzada'.
Sólo el ex diputado andalucista y ahora en el Grupo Mixto Pedro Pacheco se acercó a la agresividad de los populares, aunque en sus críticas pesó sobre todo la 'rutina' del Ejecutivo y la debilidad del tejido productivo de la comunidad.
El portavoz de IU, Antonio Romero, insistió en el agotamiento del gabinete de Chaves y en su progresiva 'derechización', mientras que PA y PSOE salieron en defensa del Gobierno y arremetieron contra la oposición.
Todos pasaron de puntillas por la propuesta de Chaves de estudiar la reforma del Estatuto de Autonomía, que en 2002 cumplirá 20 años, y tampoco se detuvieron en el decálogo de iniciativas para el diálogo lanzada desde la tribuna. Entre las propuestas del presidente destacan: un pacto pesquero, un modelo de financiación consensuado, la reforma del Senado y un acuerdo sobre inmigración. Las advertencias sobre el paulatino descenso de la población andaluza pasaron inadvertidas para la oposición.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 29 de junio de 2001