Aunque no seguí la retransmisión televisiva del debate, he conseguido tener una idea bastante clara de lo sucedido en el Congreso a través de EL PAÍS y otros medios de comunicación. La impresión que me queda es que, más que un debate sobre el estado de la nación, lo que aconteció el pasado martes fue un debate sobre el estado de Zapatero con respecto a Aznar. Bajo esta condición, los conflictos -graves y menos graves- sucedidos en el último año se convierten en el medio para poder valorar al líder de la oposición frente al presidente del Gobierno. E igualmente, el líder del Partido Popular se ha servido del debate como un modo de reafirmación personal, no como una evaluación de la situación de España.
Ahora comprendo: desde las vacas locas al Tireless, sin olvidar la peste porcina, el asunto Piqué, la Ley de Extranjería o el indulto a Gómez de Liaño; todo ha sido una sucesión de conflictos cuyo fin último era servir de campo de batalla para solucionar el gran problema: discernir si Aznar es más capaz que Zapatero o si, por el contrario, el socialista es más válido que el popular. Me cuentan que Joaquín Sabina, antes de iniciar una entrevista, le comentó a su entrevistador: 'Tú pregunta lo que quieras, que yo te contestaré lo que me dé la gana'. Esta frase me parece un acertado resumen del debate sobre el estado de la nación. Un debate sin debate que degeneró, lamentablemente, en un concurso de popularidad entre Aznar y Zapatero.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 30 de junio de 2001